Desde la primera vez que me explicaron lo que era la mirada en una clase de escritura con perspectiva de género, no he podido dejar de pensar en ella. La expliqué en este espacio hace un par de años cuando escribía mi tesis de maestría, y después continué hablando sobre ella en espacios académicos y profesionales. Entender la mirada, en el arte, cambia por completo nuestra interpretación.
Por eso es tan gracioso cuando le doy la vuelta, la saco de la teoría, y me la aplico a mi vida. ¿Desde dónde me estoy mirando a mí misma? ¿Me miro desde el amor, la expectativa, el juicio? ¿Qué significa, para mí, que alguien me mire? ¿Cómo miro yo a las demás personas, y cómo puedo cambiar ese punto de vista? No sé si a la academia intelectual le interesen esas respuestas, pero yo, sin duda, las busco, y cuando las encuentro, descubro también heridas.
En mi pantalla
Un baño propio es una película valenciana que re-imagina el famoso texto de Virginia Woolf (Una Habitación Propia) y rompe una lanza por lo importantes que pueden llegar a ser los baños para las mujeres. La protagonista de esta historia ama los baños porque “son el único lugar en el que puedes decir que estás ocupada y te dejan en paz”.
Esta semana, también, terminó la octava edición de La Isla de las Tentaciones España. Aquí es donde reivindico públicamente a los reality shows y el auto cuidado cognitivo: no podemos estar todo el día resolviendo los problemas del mundo (además, sirven como ejercicio de estudio socio-cultural).
En mis audífonos
Valeria Castro es una cantante española (canaria, en realidad) que lanzó su último disco, el cuerpo después de todo, la semana pasada. En él, enfoca la mirada al cuerpo, la ternura y el miedo con una poesía lírica y una musicalidad orgánica. Al recordarnos a Silvana Estrada, Laura Itandehui y Natalia Lafourcade, Valeria llama al misticismo en su voz para sentir presente, humana y colectiva, la historia generalizada femenina.
Mis canciones favoritas son devota, honestamente, el cuerpo después de todo y sentimentalmente.
¿cuánto me va a querer la soledad, para no soltarme?
En mi mesa de noche
Finalmente tengo en mis manos Amanecer en la Cosecha, el quinto libro del universo de los Juegos del Hambre de Suzanne Collins. Yo, de verdad, podría escribir una tesis doctoral sobre este universo (y tal vez debería).
Bajo la máscara de una historia para jóvenes adultes, está una crítica social, política y relacional que ha captado la atención (y la obsesión) de muchísimas personas. Esta entrega relata los Juegos de Haymitch Abernathy, a quien conocimos en la trilogía original como el mentor de Katniss y Peeta. Vemos un Panem mucho más inhumano y una campaña propagandística medida, además de muchas conexiones con los otros libros, lo que hace una lectura muy emocionante.
Qué gracioso es ya no tener que esconderse en el piso frío del baño para leer hasta altas horas de la madrugada. Esto de la adultez es una dulzura y un peligro al mismo tiempo.
Y para cerrar…
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