Mucho gusto, te presento a Helen Frankenthaler:
La conversación al rededor del arte moderno ha estado tomando un color mucho más deprimente de los que usaba Helen. Videos de “viendo arte que podríamos hacer nosotros” y comentarios de “esto podría hacerlo un niño de 5 años” vuelven a circular en internet, y por eso me pareció pertinente retomar la vida y obra de Helen Frankenthaler.
Mi pieza favorita
Algo maravilloso del arte abstracto es que a pesar de ser estático, puede cambiar infinitas veces.
La primera vez que vi Mountain and Sea me recordó al templo Bahá'í en Nueva Delhi por su forma de flor de loto, incluso referenciaba las pequeñas piscinas frente el templo. Luego, cuando la estudié en clase, vi con más claridad las montañas, el valle y el océano que menciona en su título. En realidad, es una evocación a Nueva Escocia, Canadá, donde el contraste entre la verticalidad de las montañas y la horizontalidad del mar impactaron a la artista.
Honestamente, lo que más me llamó la atención fue la paleta de colores. Me pareció genuinamente muy bonita, sobretodo el rosado salmón. Me gustan también los detalles periféricos a la composición principal; es decir, los salpicados y movimientos de los bordes. Me recuerdan que los márgenes alimentan y le dan vida al centro, y que incluso cuando algo imponente reclama nuestra atención, siempre hay tiempo para mirar en otras direcciones.
Un detalle importante se encuentra en las líneas hechas con carboncillo. Utilizadas, en principio, para generar un mapa de la composición antes de colocar la pintura, pero que resultan en un diálogo con el color que nos entrega mucho de la idea de simetría que vemos en la obra.
Helen pintó esta pieza cuando tenía 23 años, fue la primera que exhibió y aún es considerada su obra maestra. Los colores transparentes que parecen flotar en el espacio la convierten en su trabajo más influyente, más popular y más determinante para su forma de crear de este punto en adelante.
“Supe que el paisaje estaba en mis brazos mientras lo pintaba.”
Escribe Frankenthaler en 1965 sobre Mountains and Sea.
Helen tuvo al rededor de 100 exhibiciones individuales. Dominó una multitud de técnicas de grabados y combinaba el grabado con el dibujo o pintura. Sin embargo, su legado más importante y lo que la diferencia de otres artistas abstractes es la técnica que ella misma desarrolló: soak stain (mancha de remojo). Mezclaba aguarrás diluido en la pintura de óleo, y luego la derramaba sobre el lienzo para que la tela se impregnara en su totalidad. Esto generaba nuevos colores, nuevas tonalidades traslúcidas parecidas a la acuarela, y hacía que la pintura se adheriese y moviera de una forma única.
Otra técnica que usaba Frankenthaler fue una popularizada por el mítico Jackson Pollock: colocaba el lienzo en el suelo y se movía a su alrededor mientras arrojaba y sacudía pintura directamente de latas y pinceles, evitando las pinceladas directamente aplicadas. Ella lo describió como “algo que parece que hubiera nacido todo a la vez. Como si hubiera simplemente sucedido.”
Con Mountains and Sea también nace la pregunta que guiará el resto de su proceso artístico “¿está terminada ya?”. Es una pregunta que atormenta a cualquier artista, sobre todo una abstracta expresionista. También nos atormenta al resto de los mortales: saber decir basta es todo un arte.

De los métodos de Helen podemos rescatar varias cosas: la importancia imperativa de la experimentación, de intentarlo todo, de no apegarse ni tenerle miedo a los resultados. Lo útil que es cambiar de perspectiva y buscar ese punto de vista fresco y nuevo: mirar las cosas de cerca, de lejos, de lado; de caminar por el estudio, de dejar el trabajo tranquilo y volver dos días después. El mundo se ve distinto desde cada lugar.
A escuchar a nuestro cuerpo, a confiar en nuestra intuición, en nuestra opinión, en nuestro ojo crítico pero también en esa sensación en el estómago de que estamos creando algo especial. Esa es el efecto que me genera a mí la esquina. Si bien estas cosas le funcionaron a Helen con sus pinturas, creo que está más que claro que son lecciones extrapolables.
El arte abstracto requiere un conocimiento de cómo los colores interactúan, de cómo guiar la vista, de lo que implica la a/simetría, el espacio vacío. Requiere la valentía de experimentar, de probar cosas nuevas y no temerle a los resultados. Pero más allá de eso, requiere la voluntad de sentir algo.
Creo que entre nosotros existe un miedo a sentir, a aquello que no podemos explicar o medir, que nos obliga a explorar explicaciones y a sólo apreciar aquello que entendemos: a la anatomía perfecta de la pintura clásica renacentista o las historias dramáticas que cuenta el barroco; pero nos cuesta entender lo que cincuenta variaciones de azul o la energía que fluye entre una pincelada y otra puede generar en nosotros. Nos cuesta dejarnos absorber por lo que no comprendemos.
No todo en esta vida está hecho para ser comprendido. Hay cosas que están solo para ser sentidas. La belleza de un atardecer no es definida por tu conocimiento de cómo se mueven los planetas, y puedes disfrutar de la ópera aunque no entiendas italiano. El arte abstracto empuja y estira el poder de tu propia imaginación; puedes decidir buscar y encontrar mensajes y figuras, pero lo más importante siempre será estar abierta a que te hable. Abierta a recibir.
El arte moderno, en general, nos obliga a pensar, a reflexionar sobre aquello que no está implícito con figuras, palabras o colores. A veces, sobre aquello que sucede fuera del cuadro. El arte debe ser entendido como un producto de su contexto, por eso es que es genuinamente imposible separar un artista de su arte.
A todo esto, no podemos olvidar al menos mencionar la institución elitista que controla el mercado de arte, las galerías y los museos. El acceso a estos espacios, tanto para artistas en los márgenes como para el público, es restringido y depende de un cierto nivel de conexiones y de privilegio. Incluso entender y apreciar el arte es un privilegio: requiere de tiempo, de acceso a una educación concreta, y de exposición. Es imperativo que reclamemos estos espacios como nuestros.
Te invito a que busques las piezas de Frankentheler la próxima vez que vayas a un museo. Que encuentres el ritmo, la emoción, y que te zambullas en sus colores, pero que también busques la historia y el significado incluso en las obras más “simples” de los museos. Te invito a que cuestiones tu opinión sobre cada pieza que veas, que sientas el valor artístico en cualquiera que sea tu tren de pensamiento al observar, independientemente de la dirección. Sobretodo, te invito a que te dejes llevar por la curiosidad.
Puedes encontrar las obras de Helen Frankenthaler en el Museo Whitney en Nueva York, en la Galería Nacional de Arte en Washington DC, el Centro Pompidou en Paris, el Museo de Arte Moderno de San Francisco y más.
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Carmean, E. A. (1989). Helen frankenthaler: A paintings retrospective. Harry N. Abrams.
Gotthardt, A. (2019, mayo 23). Helen Frankenthaler on How to Be an Artist. Artsy.net.